Para nadie es un secreto que la humanidad vive una de las más agudas crisis de su historia. Sin embargo, en cada crisis, hay una oportunidad. Y yo quiero ser parte de la solución y no parte del problema.
Para Pitágoras El Universo es una gran pieza musical, un movimiento sonoro colosal y perfectamente armónico. Como músico, siempre me encató este concepto y pienso que cada uno de nosotros es un instrumento musical que, bien afinado, es capaz de crear líneas melódicas que se ensamblan armónicamente y contribuyen a la gran sinfonía. Y claramente, el llamado a ser instrumentos bien afinados y vibrantes no es sólo para los artistas, es para todos los integrantes de nuestra sociedad humana, o mejor: los miembros de la especie.
En realidad es a través del libre albedrío y de nuestra capacidad de reconocer: nuestra vulnerabilidad; nuestra interdependencia; nuestra necesidad de vivir en comunidad y que somos parte integral de la biosfera, que podemos contribuir a la solución. Es aprendiendo a ser seres conscientes que nos convertimos en parte de la solución y dejamos de ser parte del problema. Y en tiempos de crisis, más que nunca se requiere que como especie reconozcamos que somos eso, una especie más. Una más entre muchas especies que habitan este planeta y que conforman una comunidad mayor, la comunidad de todos los seres vivientes: La Biosfera. Esa frágil y delgada capa de vida que rodea nuestro planeta. Como humanidad somos parte integral de esta pequeña roca viviente que gira hace millones de años alrededor de la estrella que llamamos Sol. Una vez reconocemos que somos una especie viviente entre muchas otras, tenemos también que reconocer que la crisis que pone en peligro a casi todos los sistemas de vida, ha sido generada por nosotros, por nuestra cultura industrial en crecimiento permanente.
En este momento el COVID-19 es una emergencia sanitaria que se suma a una larga lista de situaciones creadas en poco tiempo por los humanos que amenaza a casi todas las especies vivientes. Como dice Bill Plotkin en su libro Nature and the Human Soul, durante los últimos doscientos años hemos modificado la química de la tierra, la de los océanos y la de la atmósfera a un punto extremo. En los últimos cincuenta, estamos siendo testigos de la extinción masiva de especies; hemos creado islas gigantescas de basura que flotan en los océanos; hemos contaminado las aguas potables (que equivalen solo a un 4% del total de las aguas del mundo); hemos contaminando el aire al punto de crear efecto invernadero y por ende calentamiento global, que amenaza el frágil equilibrio climático; hay deforestación por doquier, incluidas las selvas con mayor biodiversidad. Y hemos cultivado una cultura humana materialista, hostil, por no decir violenta, racista, sexista, que en ultimas es auto-destructiva.
La pandemia del COVID 19 nos ha detenido como nada lo había hecho desde que estamos vivos. No nos imaginábamos que algo así podia suceder. Pero sucedió. Nunca habíamos visto algo parecido. Y estamos en shock. Es una situación que nos ha obligado a mirarnos como especie. Detenernos nos ha permitido reflexionar. Preguntarnos qué es realmente importante. Y sobre todo preguntarnos qué viene después, una vez se acabe el aislamiento preventivo. Muchos sentimos que es una oportunidad para no volver a lo mismo.
Quizás íbamos muy rápido; quizás perdimos el norte siglos atrás; quizás el sueño absurdo de un crecimiento económico infinito nos enloqueció. La desconexión con la naturaleza nos ha desarraigado de la vida. Ya no vemos ni comprendemos que SOMOS naturaleza y que tenemos las mismas necesidades que casi todos los animales: agua potable, aire limpio y alimento. Ni nuestra especie, ni las demás, podemos vivir sin primavera, verano, otoño, e invierno, sin bosques, sin los demás animales y plantas, sin cielo azul y mares transparentes.
Ya no estamos muy seguros de cuál es el norte, como especie, estamos confundidos. Como dice William Ospina: “Quién sabe si la clave no la tiene esa persona desconocida que escribió en una pared del metro de Hong-Kong”: No queremos volver a la normalidad: la normalidad era el problema.
Este es el momento para cuestionarnos sobre todo eso que era normal hace apenas unos meses pero que bien sabemos representa un grave desequilibrio para el orden natural, para el bienestar de cada ser humano y para la buena salud de la naturaleza en general. así como desigualdad de oportunidades y de riqueza. Esa normalidad a la que no queremos volver según nuestro amigo anónimo de Hong-Kong es la normalidad de una especie a la deriva, víctima de sí misma. Es el momento para la sensatez: está en juego el devenir de la humanidad y de todas las especies vivientes. Es el momento de dar prioridad a la vida. Es el momento de crear una cultura en armonía con la naturaleza de la cual dependemos. Somos profundamente interdependientes.
Como lo describe la eco- filósofa Joanna Macy, estamos ante El Gran Giro o El Gran Cambio - “The Great Turning”. La crisis se convierte en oportunidad. El historiador de la cultura Thomas Berry habla de “El Gran Trabajo” - The Great Work o sea, lo que tendremos que hacer para lograr el noble objetivo de crear una cultura bio-céntrica y empezar a limpiar los estragos. Una nueva cultura enfocada en la Vida y el bienestar de todos los sistemas vivientes. Una, en la que somos conscientes que nuestro planeta es un milagro viviente flotando en el espacio. Cuando por primera vez los astronautas de la misión Apolo vieron la tierra desde el espacio, esta sola visión, cambió sus vidas para siempre. Ya sabemos que vida con la exuberancia de la tierra no existe en ningún otro lugar del sistema solar. Quizás nuestro planeta tenga un papel primordial dentro de la gran sinfonía cósmica y no lo sabemos.
El Gran Cambio está en nuestras manos. Y se trata de un cambio cultural. Más impor-tante que cambios tecnológicos, pues las tecnologías necesarias ya existen, el primer paso necesariamente tendrá que ser cultural e individual. Cada uno de nosotros suma-dos somos la cultura que habitamos. Es hora de reconocer que la vida es sagrada y no podemos seguir destruyéndola. Es hora de vibrar, cada uno, como un instrumento bien afinado, responsable y consciente de la melodía que emite a cada momento. Es hora de ser optimistas y saber que el cambio, depende de cada uno de nosotros. Es hora de crear la nueva cultura de la vida, diseñando una economía sustentable e incluyente, priorizando la solidaridad y no la competencia.
Es nuestra oportunidad, aquí y ahora, quizás no habrá otra.